miércoles, 27 de agosto de 2008

Tam #1

-Otro.

El barman gordo me miró antes de ponerme más del mismo matarratas en el vaso. La poca luz que daba la mugrienta bombilla se le reflejaba en la calva.
Bebí ansiosa como si fuera agua una mañana de resaca, hasta mediar el vaso, pero no me hizo sentir mejor.

-Perra vida-murmuré.
-¿Un mal día, eh?- el gordo se acodó delante de mí secando un vaso con un trapo. Para que lo limpiaria, viendo el trapo y los resultados, vaya usted a saber. Misterios de la vida.

Gruñí y me encogí de hombros. No tenía ganas de hablar. El tío lo pilló, con ese sexto sentido de todos los camareros de bares de mala muerte, siguió con sus cosas detrás de la barra, algo más lejos.

Miré el hielo que se ahogaba en mi vaso hasta que se me desenfocó la vista y vi dos vasos. No estoy lo suficientemente borracha para eso, me dije. Di otro trago. El ruido de la puerta me hizo girarme, y el día se acabó de ir a la mierda.

-Vaaya, Tam, Tam, Tam…-se acercó sonriendo como el cabronazo que era. Lo flanqueaban dos tíos grandes y con cara de malas pulgas, de esos matones que parece que fabrican en serie en algún sitio, que seguramente respondían a nombres como el Caracortada o Rocamassisa. Nada que ver con el cabrito elegante vestido de negro de su jefe, que se sentó en un taburete al lado mía e hizo un gesto al gordo.

-Hola, Ros.- tragué saliva, con los ovarios, a falta de otra cosa, por corbata.
-Me alegro de verte, preciosa.-dio un sorbo a su cerveza recién servida e hizo una mueca.– Meado de caballo.– El gordo se alejó lo más posible sin dejar de poner la oreja.
-Creo que no podré decir lo mismo.-murmuré.

Él chasqueó la lengua y agitó sus perfectos rizos rubio oscuro al menear la cabeza. Se rumoreaba que mas de uno la había palmado por chotearse de su pelo; se lo cuidaba como un chapero.

-Dicen por ahí que no te ha ido bien tu último negocio.-comentó, como hablando con un colega del tiempo, sin dejar de sonreir.
-Tuve un par de… problemillas.-mascullé, evitando sus ojos verdes.- Mira, Ros, se que te dije que lo tendría todo, pero…
-No me cuentes tu vida, preciosa.-odiaba que me llamara así. Sus dos piercings le daban un aire de vampiro, aunque fueran en el labio de abajo.–Quiero mi dinero.- Un chupa sangres si que era, maldita fuera su suerte.

-Da… dame unos dias. Ya casi lo tengo.– tartamudeé. Ja, si, y una mierda. No se la iba a dar con queso, pero quizás ganaba algo de tiempo antes de que me rompieran las piernas. O algo peor. Me miró fijamente.

-Debería hacer que mis amigos te dieran una paliza.-me tensé.- Pero no me gustaría estropearte esa carita.
Se levantó y tiró un par de monedas despectivamente encima de la barra. Una rodó y se cayó. El gordo maldijo, pero nadie le hizo caso.

-Dos días, preciosa. Dos días, o no seré tan amable.-me cogió de la barbilla y se acercó bruscamente. El jodido olía bien incluso allí, pero eso no quitó que tuviera que contenerme para no soltarle una buena. - Y puedo encontrar muchas maneras de ser desagradable.

El trío se largó.
-Ahora si que estoy jodida.-me dije. Y apuré mi vaso para quitarme el mal sabor de boca.

***

Alguien llamó a mi puerta. Metí un bote del susto y estaba a medio desenfundar cuando oí un familiar “hooola Alorciiita" Suspiré aliviada y fui a abrir.

-¿Qué haces tan encerrada? ¿tienes una visita? Seria toda una novedad ultimamente, ¿noo?-lo oi hablar a través de la puerta mientras quitaba cerrojos y pestillos.
-Lender, capullo. ¿Qué ta…-abrí la puerta.- Wow. ¿quién ha jugado al futbol con tus piños?
-Jaja, Tam. Y ja. ¿Y qué ha pasado aquí? ¿Un huracán? Es incluso peor de lo normal en ti.

Cierto, mi habitación parecía una pocilga. En la cama deshecha se amontonaba ropa en dos o tres montones. Los armarios y cajones estaban abiertos y toda la mierda que guardaba normalmente tapizaba el suelo.

-Tengo que abrirme, tío, y rápido.-Metí un poco de ropa en mi bolsa.- Tengo detrás a Ros.-pateé un monton de CDs y papeles que molestaban.
- ¿El rubiales te va detrás? ¿Y vas a, ya sabes?-el tío hizo un gesto guarro.
-¡Lender! – le tiré un peluche de Chopper.-¡Hablo en serio!
-Vale, vale. ¿Cuánto tiempo?
-Dos días. Y demasiada pasta. ¿Tú qué?
-Me han pillado el truquito. Me he escapado de milagro.
-Así que fuera del planeta.
-Por lo menos.

Me colgué la bolsa del hombro y eché un vistazo a lo que dejaba. Basura. La vieja se iba a quedar sin el alquiler de ese último mes que ya le debia hacía un tiempo.

-Me gusta. ¿Te hace una vuelta por los muelles?
-Pensé que nunca me lo pedirías.-bromeó Lender.

1 comentario:

.... dijo...

Rooooooonda completada!!!