viernes, 29 de agosto de 2008

Mei #2

¿Cómo decir esto sin que suene muy de psicópata?

Ah, sí…

¡Lo mato! ¡Juro que mataré a ese tio! ¡He matado a tios por menos de eso! ¡Lo descuartizaré y me buscaré otro piloto!

Sí, eso haré, genial, fácil y simple.

-Señorita, le digo que solo puedo rebajárselo 50 créditos-me dijo por enésima vez el comerciante que tenía delante. Provisiones, le había fundido casi todos los créditos al malaje aquel para la nave y así había gastado de mi fondo. Soy la caña. Volví a mirar al vendedor.

-Le digo que-cogí un paquete-por esto no le pago esa cantidad ni de coña. ¿Piensa engañarme a mí? No es de primera calidad, ni siquiera de segunda. Así que le pago 100 créditos por toda esa caja y ya se puede estar dando con un canto en los dientes.

Estuve regateando y amenazando en algunos sitios más, y volví a la nave cargada de cosas. No quería estar mucho tiempo enseñando la cara por allí, que una luna no es muy grande y las noticias vuelan. Y si son de La Alianza…más.

La cocina, si eso podía llamarse así, estaba hecha un asco, y la estancia común (“zona de descanso”) parecía haber sido utilizada como vertedero para las ratas…o los Reavers…no estoy muy segura. La parte de máquinas, del motor y toda la pesca…Bueno, no soy mecánica, pero estoy segura de que necesitaba una puesta apunto… Por dios, si es que había alguno, todo necesitaba un buen fregado. Y un nombre, ante todo, la nave necesitaba un nombre. Aunque ese lo tenía pensado hace tiempo, y como alguien se me quejase…

Me fui al hangar, a poner algo de orden, no pensaba limpiar esa pocilga ni de coña, ya se encargaría algún nuevo. O Elf, si terminaba por no matarlo sacándole las vísceras por los ojos.

Allí estaba yo, pateando cajas y mirando escondites para las futuras mercancías cuando lo oí:

- ¿Quieres que pilote ESO?-no era muy silencioso o muy sensato el que se acercaba-Mira Elf, las Firefly no son malas maquinas, en serio, hasta pilote una un tiempo... ¡Pero ya hace mas de 10 años de eso! ¡Ahora están desfasadas!

Se estaba quejando de MI nave y encima venía con Elf…Los motivos para acabar con ese chico no hacían más que aumentar por momentos.

Entraron al hangar, cada uno con una sonrisa a la cual más grande y más falsa. Una chica que pese a la carita de niña buena, no engañaba a una experta, era un bicho de los buenos, o malos, según a quien le preguntes. El bocazas, no muy alto, y con la cara con el mapa de una pelea reciente. Y Elf…¿por qué le habían pegado antes que yo?

Lo miré como si las miradas pudiesen matar. Se acercó un poco con una sonrisa nerviosa.

-Mei, he traído gente que po…-puñetazo en toda la cara. Se calló al suelo y le pisé mientras me acercaba a los dos posibles tripulantes.

-Mei, la Capitana de La Diosa-pose que imponía, cara seria…que teatral que soy. Cambié de golpe a una sonrisa angelical-Bien, ¿qué sabéis hacer? Tu, Bocazas, dime.

-Piloto-contesto mientras se pensaba si tenía que molestarse porque le había dicho “bocazas” o ya llevaba suficientes puñetazos en la cara por ese día. Optó por lo segundo. Lo captaba rápido. Me giré a la chica:

-Baby, dime. –Se le borró la sonrisa de la cara, pero la volvió a poner a una mirada mía.

-Mecánica, relaciones públicas…-Iba a seguir con el curriculum, pero la corté con un movimiento de la mano.

-¿Buena mecánica?-no la dejé contestar-Bueno, siempre puedo sustituirte en el próximo planeta… Muy bien, ordenes: Baby, revisa el motor, que no estallemos en mitad de la nada. Te aseguro que tienes trabajo que hacer. Bocazas, ayuda a poner La Diosa apunto. Elf-saludó con la mano que no se estaba tapando la nariz para evitar que más sangre le empapase la cara-a la cocina y a la sala común, sabrás que hay que hacer en cuanto llegues.

Empezaron a moverse dubitativos:

-Chicos, no quiero dormir en esta luna hoy, así que ¡MOVEOS!-corrieron como almas que lleva el diablo mientras refunfuñaban.

Salí de la nave, me dirigí al puesto de combustible más cercano cuando choqué con un chaval que miraba medio absorto la Firefly mientras tarareaba.

-¿Puedo ayudarte en algo?

Drakar #1

-¡La vida pirata es la vida mejor! ¡Rooooon! ¡La botella de roooon!
Ahí estaba yo, cantando con voz de borracho enfundado en una túnica raida sentado sobre la caja donde se escondía la funda de mi guitarra y mi rifle de francotirador -que evidentemente en la situación en la que me encontraba no me sería muy util.
Más util me sería mi vieja Remington, si no fuera porque la última bala la gasté siendo niño y no espero encontrar más si no es en un museo. Así que permanecía guardada, en un rincón de la funda de guitarra, junto a la única bala que tenía pero que no me atrevía a utilizar por haber sido de mi creación a partir de una bala de mayor calibre resultando una chapuza que podía salir por la culata más facilmente que por el cañón.
Los guardias pasaban y yo cantaba. Y ellos no me prestaban atención, por suerte.
Me estaban buscando por mi último trabajo. Jeje, había sido espectacular...
-Sí, le han matado -los guardias pasaban a mi lado sin percatarse de mi presencia-. Alguien ha disparado al canario de Lord Welling.
Bueno... quizás no había sido un trabajo muy espectacular, pero algo hay que comer y cuando no hay otros trabajos disponibles se hace lo que se puede. Aunque el disparo... eso sí había sido magnifico. No es tan facil acertar a un canario del tamaño de una pelota de pinpon.
-Lo han destrozado, no hay más que plumas -comentaban los guardias, que evidentemente me daban ya por huido-. Ha tenido que ser un bestia. Es una animalada, hasta ha destrozado la jaula.
Vale, puede que hubiera usado demasiado calibre, pero para matar aquella insignificancia sin destrozarla habría tenido que usar un tirachinas.

-Buenas tardes -dije cuando entré en la posada.
-Nos debes... -no le dejé terminar. Puse sobre la mesa una bolsa con dinero y subí las escaleras hacia mi habitación.
El pago por el "trabajito" no había sido mas que una minucia -casi era más cara la bala que había tenido que gastar-, pero por lo menos me mantenía en el ajo. Ganaba más dinero tocando por la calle o cargando cajas, pero yo seguía al acecho de un trabajo bien pagado. Casi no recordaba el último que había hecho.
Me tumbé en la cama con una cerveza en la mano y mi Remington en la otra. Jugaba con ella habitualmente. De hecho, era lo único que hacía con ella, pero me distraía, me relajaba y me ayudaba a pensar.
Tenía que salir del planeta. Si conseguía ahorrar algo de dinero saldría del planeta. Llevaba mucho tiempo pensandolo pero nunca podía ahorrar suficiente para un pasaje.
-Bueno, Drakar -me dije levantandome-. Si quieres salir de aquí tendrás que ganar algo de dinero y aún no te pagan por estar sentado.
Así que me dirigí hacia los muelles, a ver si encontraba a alguien a quien le saliera dinero por las orejas.

Lender #2

Siguiendo a Elf ,quien para mi gusto iba demasiado lento, llegamos a la que señalo como la nave.

Era una firefly.

- ¿Quieres que pilote ESO? -Inqueri- Mira Elf, las Firefly no son malas maquinas, en serio, hasta pilote una un tiempo... ¡Pero ya hace mas de 10 años de eso! ¡Ahora estan desfasadas!

- Lender, tienes diecinueve años -me dijo Tam.

- ¿Y?

Ella puso los ojos en blanco.

- Mira Lender, no hay opccion, la Capitana queria una Firefly asi que una Firefly tiene, y si ademas ya has pilotado una, pues mejor que mejor, ahora vamos, entrad ya.

Entramos en el hangar de la nave, y en el centro habia una chica.

jueves, 28 de agosto de 2008

Tam #2

Di un sorbo a mi litrona. Algo líquido, al fin, qué sed.
-Vaya mierda.-gruñó Lender. Los dos mirábamos el jaleo del muelle desde un rincón, casi al final del mismo, subidos a unas cajas de madera.
-No tenemos pasta ni para ir al otro lado de la puta luna. -suspiré.- ¿Y por que de repente nadie necesita tripulación?
-¿Y yo que se?
-Pues estamos jodidos. O lo estaremos pronto.

Nos callamos un momento, cada uno pensando en su propia desgracia. Nos habíamos ofrecido y preguntado y casi suplicado en mogollón de naves. Lender era un piloto de los buenos, y yo... digamos que me defendía en varios campos. Pero nada.

-Si hasta me he presentado como mecánica.-bostecé.- Y odio tener las manos llenas de grasa de mierda.
-Mira.-Lender no me estaba haciendo ni caso.- Una pelea. Vamos a acercarnos.

Miré donde indicaba. Cerca nuestra, un tío se estaba levantando del suelo mientras dos bichacos de tíos lo miraban amenazadores. Fábrica de matones marca ACME.
Salté detrás de Lender para cotillear. Vimos los siguientes golpes, los oimos hablar y nos miramos.Conocía al que estaba recibiendo. Oh, si lo conocía.

-Vamos a hacer ejercicio.-sonrió con toda su mala leche mi colega.
-Vamos.

Salimos de entre las cajas con nuestras botellas en ristre y como sincronizados se las rompimos en la cabeza a los grandotes.
-Para que luego digan que beber alcohol es malo.-murmuré tirando los restos de mi litrona. Acto seguido le metí otra leche a Elf sin dejarle acabar la frase. Se la merecía.

-¡Me debes pasta, comemierda!-le grité, descargando algo del mal humor de todo el dia.

Con sus excusas vi que no sacaría mucho en metálico, pero aprovechando lo que habíamos oido, quizás aún sacabamos algo de nuestro super rescate...

Elfangor #2

Después de investigar un poco por la nave, decidimos que había llegado el momento de ir a los muelles, a ver si encontrábamos algo de tripulación. Me senté en el asiento del piloto, apreté algunos botones, y la nave se puso en marcha. Moví un poco el volante y...

¡PUM!

La nave se fue hacía atrás y chocó con otra nave.

- Aivá- dije.
- ¿Aivá?- preguntó Mei, mirándome con cara rara- ¿Qué significa? ¿Qué quieres decir?
- No no no, tranquila, es que he cogido las indicaciones al revés.
- ¿Indic...?- entonces se fijó en lo que llevaba en la falda. Un libro de instrucciones de vuelvo- ¡Dijiste que sabías pilotar!
- Exageré- Moví el volante hacia el lado correcto, y la nave se elevó. Pero algo hice mal, porque lo hizo MUY rápido. Lástima que Mei no se hubiera atado el cinturón.
- Hijo de putaaaaaa- gritaba, mientras rodaba por el suelo.

Conseguí estabilizar la nave aún no sé como, y empezó a ir a una velocidad adecuada. Y recta, sin dar bandazos, que ya es algo. Mei se levantó y vino hacía mi hecha un basilisco.

- Te vas a enterar...
- Es mi venganza por robarme la tarjeta- dije, girándome hacia ella y sonriendo maliciosamente. Ella se paró en seco. Primero creí porque mi argumento la habría convencido. Hasta que gritó.
- ¡Cuidado!

Me giré, justo a tiempo para ver que nos dirigiamos derechos a una montaña. Elevé la nave, lo suficiente para no estrellarnos, pero la base de la nave rozó la cima de la montaña. Cuando Mei consiguió levantarse de nuevo, me cogió del cuello y empezó a sacudirme.

- ¿Qué le estás haciendo a mi naveeeeeee?- gritaba.
- N-n-no d-d-dist-t-traiga al c-c-conduc-c-ctor- balbuceaba yo. Moví la nave hacia un lado para evitar otro montículo, y Mei volvió a estamparse contra la pared.
- ¡En cuanto aterricemos te mato!- vociferaba.
- ¡Eso si aterrizamos!- respondí yo, para nada seguro que fueramos a salir enteros de ese viaje.

Por suerte, una vez pillado un poco el tranquillo del control, y con el libro de instrucciones detallando como descender, pude aterrizar sin muchos problemas. Excepto al final, que apagué los motores demasiado pronto y la nave cayó en picado cinco metros. No le pasó nada a la nave, pero fue suficiente para hacer caer a Mei de nuevo, momento que aproveché para salir por patas de la cabina de control, antes de que pudiera levantarse y cumplir su amenaza.

Salté desde la pasarela a la bodega de carga, rodando sobre mi mismo para amortiguar la caída, aunque aún así las piernas se me resintieron. Fui tambaleándome hasta el control de la puerta, y le di un golpe al botón para que se abriera. En ese momento llegó Mei a la pasarela.

- ¡Yo iré a buscar tripulación!- le grité, sonriendo de nuevo- ¡Tú compra combustible y comida, que eres la que tiene el dinero! ¡Nos vemos lue...!- mi frase fue interrumpida por una daga que se clavó en una caja a mi lado. Salí corriendo de nuevo, rezando porque se tranquilizara con un poco de tiempo.

Ya lejos de la nave, y después de asegurarme que la psicótica no me hubiera seguido, me tranquilicé. A ver donde podía yo encontrar a...

Un puñetazo salido de la nada me derribó. Levanté la vista. Oh oh. Dos de los matones del tipo al que había pedido el prestamo.

- ¿Qué coño os pasa? Aún tengo una semana para devolver el préstamo.
- ¿Acaso crees que el señor Kakuzu es estúpido? Ya sabemos que te has enrolado en una nave. ¿Pensabas escapar sin pagar?

Mierda... no esperaba que Kakuzu fuera tan perspicaz... Extendí la mano hacia ellos para indicarles que esperaran un momento, mientras hacía ver que me costaba ponerme en pie. Antes de que se dieran cuenta, le había dado un rodillazo en el estómago a uno. Por desgracia, el otro era rápido, y me dio otro puñetazo que me lanzó hacia atrás, aunque esta vez no me caí.

El que había recibido el rodillazo ya se estaba levantando, con los ojos inyectados en sangre. Eran bastante más corpulentos que yo. De uno en uno, quizá habría podido con ellos, pero los dos a la vez...

¡Crash! ¡Crash!

Dos botellas de cristal se rompieron simultaneamente en las sendas cabezas de los matones, que se desplomaron cual fardos. Detrás de ellos aparecieron Lender y Tam, a los que conocía de algunos... "trabajitos", que habíamos hecho juntos.

- Jamás pensé que me alegraría tanto de ver...- empecé a decir, cuando Tam se me acercó y me dio un puñetazo(otro) en la nariz. Acabé de nuevo en el suelo, viendo borroso.
- ¡Me debes pasta, comemierda!- me gritó la chica. Menudo día estaba teniendo...
- Vale vale- dije, mientras volvía a levantarme-. Iba a pagarte, en serio. Precisamente le pedí un préstamo a Kakuzu para poder...
- Lo hemos oído todo- dijo Lender, riendo-. Ya sabemos que pensabas huir del planeta.
- Uh...
- Pero podemos arreglarlo- siguió Tam, cogiéndome del cuello de la chaqueta-. Si nos llevas contigo, puede que no te arranque las pelotas.
- Ehm... bueno, por Lender no creo que haya ningún problema. Precisamente mi jefa anda buscando un piloto. Y tú... se te daba bien la mecánica, ¿no? La nave está un poco hecha polvo, e iría bien alguien que hiciera el mantenimiento...
- ¿Jefa?- se volvió a reir Lender- ¿Ahora te da órdenes una mujer?
- ¡Tú a callar!- dijo Tam, y acto seguido, a mí- Y tú, preséntame a esa jefa tuya.
- ¡Yessir!- respondimos Lender y yo al unísono. Madre mía, que mal humor llevaban ese día esas dos chicas.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Tam #1

-Otro.

El barman gordo me miró antes de ponerme más del mismo matarratas en el vaso. La poca luz que daba la mugrienta bombilla se le reflejaba en la calva.
Bebí ansiosa como si fuera agua una mañana de resaca, hasta mediar el vaso, pero no me hizo sentir mejor.

-Perra vida-murmuré.
-¿Un mal día, eh?- el gordo se acodó delante de mí secando un vaso con un trapo. Para que lo limpiaria, viendo el trapo y los resultados, vaya usted a saber. Misterios de la vida.

Gruñí y me encogí de hombros. No tenía ganas de hablar. El tío lo pilló, con ese sexto sentido de todos los camareros de bares de mala muerte, siguió con sus cosas detrás de la barra, algo más lejos.

Miré el hielo que se ahogaba en mi vaso hasta que se me desenfocó la vista y vi dos vasos. No estoy lo suficientemente borracha para eso, me dije. Di otro trago. El ruido de la puerta me hizo girarme, y el día se acabó de ir a la mierda.

-Vaaya, Tam, Tam, Tam…-se acercó sonriendo como el cabronazo que era. Lo flanqueaban dos tíos grandes y con cara de malas pulgas, de esos matones que parece que fabrican en serie en algún sitio, que seguramente respondían a nombres como el Caracortada o Rocamassisa. Nada que ver con el cabrito elegante vestido de negro de su jefe, que se sentó en un taburete al lado mía e hizo un gesto al gordo.

-Hola, Ros.- tragué saliva, con los ovarios, a falta de otra cosa, por corbata.
-Me alegro de verte, preciosa.-dio un sorbo a su cerveza recién servida e hizo una mueca.– Meado de caballo.– El gordo se alejó lo más posible sin dejar de poner la oreja.
-Creo que no podré decir lo mismo.-murmuré.

Él chasqueó la lengua y agitó sus perfectos rizos rubio oscuro al menear la cabeza. Se rumoreaba que mas de uno la había palmado por chotearse de su pelo; se lo cuidaba como un chapero.

-Dicen por ahí que no te ha ido bien tu último negocio.-comentó, como hablando con un colega del tiempo, sin dejar de sonreir.
-Tuve un par de… problemillas.-mascullé, evitando sus ojos verdes.- Mira, Ros, se que te dije que lo tendría todo, pero…
-No me cuentes tu vida, preciosa.-odiaba que me llamara así. Sus dos piercings le daban un aire de vampiro, aunque fueran en el labio de abajo.–Quiero mi dinero.- Un chupa sangres si que era, maldita fuera su suerte.

-Da… dame unos dias. Ya casi lo tengo.– tartamudeé. Ja, si, y una mierda. No se la iba a dar con queso, pero quizás ganaba algo de tiempo antes de que me rompieran las piernas. O algo peor. Me miró fijamente.

-Debería hacer que mis amigos te dieran una paliza.-me tensé.- Pero no me gustaría estropearte esa carita.
Se levantó y tiró un par de monedas despectivamente encima de la barra. Una rodó y se cayó. El gordo maldijo, pero nadie le hizo caso.

-Dos días, preciosa. Dos días, o no seré tan amable.-me cogió de la barbilla y se acercó bruscamente. El jodido olía bien incluso allí, pero eso no quitó que tuviera que contenerme para no soltarle una buena. - Y puedo encontrar muchas maneras de ser desagradable.

El trío se largó.
-Ahora si que estoy jodida.-me dije. Y apuré mi vaso para quitarme el mal sabor de boca.

***

Alguien llamó a mi puerta. Metí un bote del susto y estaba a medio desenfundar cuando oí un familiar “hooola Alorciiita" Suspiré aliviada y fui a abrir.

-¿Qué haces tan encerrada? ¿tienes una visita? Seria toda una novedad ultimamente, ¿noo?-lo oi hablar a través de la puerta mientras quitaba cerrojos y pestillos.
-Lender, capullo. ¿Qué ta…-abrí la puerta.- Wow. ¿quién ha jugado al futbol con tus piños?
-Jaja, Tam. Y ja. ¿Y qué ha pasado aquí? ¿Un huracán? Es incluso peor de lo normal en ti.

Cierto, mi habitación parecía una pocilga. En la cama deshecha se amontonaba ropa en dos o tres montones. Los armarios y cajones estaban abiertos y toda la mierda que guardaba normalmente tapizaba el suelo.

-Tengo que abrirme, tío, y rápido.-Metí un poco de ropa en mi bolsa.- Tengo detrás a Ros.-pateé un monton de CDs y papeles que molestaban.
- ¿El rubiales te va detrás? ¿Y vas a, ya sabes?-el tío hizo un gesto guarro.
-¡Lender! – le tiré un peluche de Chopper.-¡Hablo en serio!
-Vale, vale. ¿Cuánto tiempo?
-Dos días. Y demasiada pasta. ¿Tú qué?
-Me han pillado el truquito. Me he escapado de milagro.
-Así que fuera del planeta.
-Por lo menos.

Me colgué la bolsa del hombro y eché un vistazo a lo que dejaba. Basura. La vieja se iba a quedar sin el alquiler de ese último mes que ya le debia hacía un tiempo.

-Me gusta. ¿Te hace una vuelta por los muelles?
-Pensé que nunca me lo pedirías.-bromeó Lender.

Lender #1

Augh, mi espalda se resintio cuando rompi la mesa de madera con ella. Trate de incorporarme, pero cuatro tios me rodearon y sujetaron al suelo mientras un quinto me miraba desde lo alto.

- "Yo no puedo perder" "Puedo asegurar la victoria" - vi como levanta su pierna derecha y me pateaba la cara- ¡He perdido una fortuna por tu culpa!
- ¡El motor estaba roto! ¡No puedo ganar una carrera con el motor roto! ¡Quede segundo! ¡Te aseguro que nadie habra quedado segundo con un motor en ese estado!

Su pierna volvio a golpearme, esta vez tuve que escupir sangre. Por suerte aun notaba todos mis dientes.

- No quiero historias -me dijo y saco una navaja- Se que no es la primera vez que esto pasa... He hablando con ciertas personas... Curiosamente solo ha habido un ganador del premio gordo en esta carrera... ¿Te suena su nombre hijo de puta? -me pateo el costado dejandome sin aire- Tienes valor de repetir el mismo truco dos veces en el mismo planeta.

Oh genial, me han pillado.

- ¡Vosotros! -oi la voz del barman. Todos se pararon- No vais a hacerle nada -gracias a dios- si quereis matarlo, sacarlo fuera, no me jodais el local- genyal...

Bruk, el jefe agito la cabeza y los cuatro por cuatro me levantaron, en ese momento una gran explosion sucedio en la calle y la honda expansiva rompio los cirstales y la puerta, tumbandonos a todos alsuelo.

La cabeza me daba vueltas, y habia cristales por todos sitios, pero logre levantarme sin clavarme demasiados. Todos empezaban a incorporarse, asi que me di prisa, corri hacia la ventana, salte y alli fuera estaba mi moto voladora. Toda destrozada, sucia, sin suspension y tan jodida que no podia levantarse a ams de un jodido metro del suelo... pero me encantaba. Me monte y la arranque saliendo de alli a toda velocidad antes de que esos cabrones supieran donde estaba.

Bien, ahora lo principal era salir del planeta, conseguir algun pasaje en algun vuelo o algo, pero todo sin los radares de la Alianza, y sabia perfectamente que si queria algo asi, tendria que ir a lo peor de este planeta.

Tocaba visitar a Tam a ver si podia ayudarme.

Mei 1#

Escuché la puerta cerrarse con un sonoro portazo seguido de los rugidos del General. Iba abriéndose paso a gritos por el pequeño intento de chalet que teníamos por casa tirando sillas, botellas y todo lo que se cruzase a su paso.

Lo oía cada vez más cerca de mi cuarto, que viniese borracho y rebotase contra cada centímetro de pared mientras subía las escaleras me era, francamente, de mucha ayuda. Lo más rápido que podía metía en una bolsa de cuero las pocas pertenencias que iba a necesitar y en un bolsillo interno de la gabardina marrón logré esconder un fajo de billetes antes de que se abriese la puerta con estrépito.

-¡Niñata malnacida!-gritó escupiendo groj por toda la estancia, que siendo como era de apenas 2x2m, es como decir que casi nadé en su asquerosa baba. –Desagradecida-volvió a decir arrastrando cada sílaba con los dientes apretados por la ira.

Si, definitivamente se había enterado. Agarré la bolsa y me la colgué cruzada, pero antes de llegar a alcanzar la gabardina que tenía sobre la silla el General se echó encima de mí como una exhalación de furia incontenible. Con los brazos extendidos buscando mi cuello, el que fuese bebido hasta casi ni tenerse en pie podría haber facilitado la cosa, pero el enorme tamaño del General y la falta de espacio en ese cuarto de escobas que tenía por dormitorio lo dificultaban todo.

Salté a la cama y le propiné una patada en el pecho haciendo que perdiese el equilibrio, momento que aproveché para tirarme sobre mi gabardina que custodiaba toda la fortuna que había podido reunir durante un par de años. Pero el General, incansable y cegado por la ira y la borrachera volvió al ataque con tal fuerza que ni con mis puñetazos desistía de su objetivo. Me dio tal puñetazo en el estómago que me dobló y dejó sin aire por unos segundos, segundos que no desperdició y aprovechó para darme un rodillazo en la cabeza tirándome contra la silla que se hizo añicos con el impacto y envió mi gabardina lejos de mi alcance. Barajé mis posibilidades mientras me lamía la sangre del labio partido.

No podía sacar la pistola de mi cinto, sería muy lento, con poca perspectiva para disparar y los disparos (si es que ya los gritos no lo habían hecho) atraerían a todos los vecinos de ese lado de la luna.
Aturdida por el golpe, me costaba razonar lo rápido que la situación se merecía.

El mastodonte embravecido se paró al verme tirada en el suelo. Se ajustó su uniforme de Soldado de la Alianza retirado que gustaba de ir luciendo por todas las tabernas a las que iba y se limpió el hilo de sangre que le brotaba de la frente.

-Zorra.- escupió a mis pies.-Después de daros un hogar a ti y a tu madre, ¿así me lo agradeces? ¡Incluso dejándote que siguieras viviendo aquí después de que tu madre muriese! Y encima ahora vistes como una puta independentista. Zorra malnacida, te voy a enseñar a respetarme por las malas, si no has querido por las buenas.

Dio un puntapié a la gabardina, mandándola fuera de la estancia. Se acercó a mí con una risa de quien no tiene intención de hacer nada bueno mientras se desabrochaba el cinturón y así pues el pantalón. Se tiró encima de mí antes de que pudiese siquiera enlazar lo que ese gordo seboso cabrón estaba dispuesto a hacer. Una vez encima el mastodonte me desgarró la blusa con una mano mientras que con el peso de su cuerpo me aprisionaba y no dejaba lugar a que moviese las piernas, y con la mano libre que le quedaba me sujetaba los brazos.
La situación se estaba volviendo de lo más indeseable y cuando hundió su lengua en mi boca hice lo que creí conveniente para salir de esa situación tan asquerosa. Le mordí la lengua hasta casi partírsela.

Su grito no se oyó solo en esa mitad de la luna, se oyó en el sistema solar entero. Un grito ahogado por la sangre que manaba de su boca a borbotones. Medio incorporado como estaba y gritando de dolor le di una patada en el pecho para quitármelo de encima y acto seguido saqué mis dagas y con un ligero y rápido movimiento le sesgué el cuello. El cerdo dejó de gritar y yo escupí sobre él la sangre que me había llenado la boca.

Me quité la camisa rasgada y llena de sangre y cogí una limpia de mi armario. Me lavé la sangre del General y mi propia sangre. Recogí la gabardina del suelo volví a cruzarme la bolsa de cuero y salí de allí por la puerta y no por la ventana como tenía pensado en un primer momento. No miré atrás.

Ahora mis planes de salir de aquella luna tenían que realizarse lo antes posible, mi cara y la noticia de que había matado a un General de la Alianza retirado, combatiente en la guerra no iba a hacerse de esperar mucho. No es que me importase mucho, tampoco era el primer hombre que mataba, solo que a este le tenía más ganas.

Mi padre, mi verdadero padre, había sido un Independentista que había luchado en La Guerra, murió cuando yo tenía 6 años, luchando en la batalla del valle Serenity. Mi madre tuvo que desprenderse de todo lo referente a mi padre, yo pude salvar solo la gabardina que ahora llevaba y la pistola que guardaba en el cinto.

Empezamos una vida lejos de los Independentistas y todo estaba en paz hasta que un General de la Alianza se encaprichó de ella. Nos llevó a vivir a una casa bien puesta y situada en una luna conquistada. Pero mi madre no pudo soportar aquella falsa, y cuando yo tenía 12 años terminó suicidándose dejándome a mi sola con ese tipejo. Fui hija ejemplar hasta que con 16 años recibí la primera paliza por la borrachera del General, acababa de emitirse en casi todo el sistema la creación de los Reavers por parte de la Alianza. Fue el último empujón que necesitaba.

En una luna hay siempre un sector respetable y otro…nada respetable. Anduve con tipejos, maleantes, traficantes y bichos de la peor calaña empapándome de todo lo que sabían: los engaños, los tejemanejes, aprendí a robar, aprendí a luchar y aprendí a matar. Con lo primero que robé conseguí mis dagas, realmente…fue lo primero que robé, de una antigua casa de empeño. Siempre lo hacía disfrazada, para que nadie pudiese reconocerme como la hijastra del General. Incluso me había ganado algo de reputación con un nombre falso, por supuesto.

Pero la última noche, en mi última salida por esa luna como ladrona, cuando ya despuntaba el alba y había recibido mi última paga por un trabajito, un tipejo quiso asaltarme para robarme (seria nuevo por la luna, infeliz) y me vi metida en una pelea, alguien me reconoció. Y el resto…bueno, el resto ya lo sabéis.

Me paré delante de una empresa vendedora de naves. Había llegado a mi primera parada. Era hora de volar.

Elfangor #1

Despues de que la tierra se agotara, se encontró un nuevo sistema solar, y centenares de nuevas Tierras fueron terraformadas y colonizadas. Los planetas centrales formaron la Alianza, y decidieron que todos los demás planetas debían unirse bajos sus normas. Huba desaveniencias sobre ese punto. Después de la Guerra, muchos de los Independentistas que lucharon y perdieron vagaron hasta los límites del sistema, lejos del control de la Alianza.

Tras varios años de supuesta paz en que la Alianza dominó el espacio con puño de hierro, un acontecimiento insólito hizo tambalear sus cimientos.

Una transmisión ilegal difundió por todo el sistema una grabación que demostraba que la Alianza era responsable de crear al mayor azote del universo. En un intento de erradicar la agresividad de los humanos, crearon un componente, el PAX, y lo probaron en una colonia. El resultado fue la muerte de la mayoría de la población, mientras que los supervivientes se vieron dominados por una ira ciega, transformados en seres que viajaban por el espacio asaltando naves y haciéndoles a sus ocupantes cosas inenarrables. Fueron llamados Reavers.

La Alianza aseguró que era un montaje, por supuesto. Hubo quien se lo creyó, incondicionales del sistema, pero muchos no se lo tragaron. La Alianza perdió así gran parte de su influencia. Seguían dominando el espacio gracias a su gran poder militar, y a que a mucha gente le gustaba la situación actual y no le importaban los errores del pasado. Incluso los había que les defendían, argumentando que lo habían hecho para traer la paz al mundo, aunque fuera obvio que lo que realmente querían era un mejor dominio de las masas.

Pero muchos no lo aceptaron. Las rutas comerciales se vieron cortadas, las colonias cerraron sus puertas y los piratas y contrabandistas recibían más encargos que nunca.

Mucho se ha especulado sobre quién emitió la onda y desde donde. Se descubrió que procedía del planeta del Sr. Universo, cuyo cuerpo fue encontrado asesinado, supuestamente por la Alianza cuando intentaban evitar la transmisión.

Sobre quien lo hizo... nada se ha confirmado, pero corren rumores sobre una nave tipo Firefly, una nave cuyo nombre evoca recuerdos en los combatientes de la Guerra, recuerdos de la mayor derrota de los Independentistas.

Serenity.

Tres años han pasado desde la difusión de la onda.

Me paseaba por el terreno de la empresa vendedora de naves. Quería comprarme una, estaba cansado de vivir en ese planetucho. Había pedido a un usurero de poca monta un prestamo que no tenía intenció de devolver, y esperaba que mi habilidad para estafar, a la que me gustaba llamar "don de gentes", me permitiera conseguir suficiente descuento en alguna nave pequeña, con la que buscarme algún trabajo de transporte, hasta que supiera y tuviera lo suficiente para comprarme una nave mayor y dedicarme al contrabando.

Sí, lo tenía todo muy pensado.

Que ingenuo era.

Como en el cuento de la lechera, hice un montón de planes antes de haber llegado al mercado. A diferencia de la pava esa, yo había vigilados las piedras del camino, para no tropezar. Pero no conté con que alguien saliera de un recodo del camino y me pusiera la zancadilla.

Había llegado al terreno de venta de naves, un enorme solar lleno de naves de segunda mano. Y de tercera, y de cuarta, hasta de séptima mano. Las naves buenas se vendían en tiendas especializadas de la Alianza, hasta ahí sólo llegaban las muy usadas.

Estaba paseándome, buscando al encargado, cuando oí unos gritos. Como soy un cotilla, me acerqué. Ahí estaba el encargado, intentando tranquilizar a una joven que vestían una larga gabardina marrón.

- ¡Le digo que no quiero esta nave!- gritaba la chica- ¡Yo quiero una Firefly!
- Pero oiga, le digo que de esas no tenemos. Esta es casi lo mismo y...
- ¡Que no! ¡Una Firefly!

Normalmente me habría quedado al margen, pero ese día estaba de buen humor y decidí intervenir.

Craso error, como me daría cuenta luego.

- Eh... disculpe- dije. La chica se giró con cara de querer morder a alguien. El vendedor, en cambio, me miró con extrañeza, preguntándose que querría-. Hay otra tienda de naves al otro lado del planeta. Ahí tienen un par de Fireflies- mentí. Lo de la tienda era cierto, la rivalidad entre ambas era conocida. Pero no sabía que naves había, sólo quería ver la reacción del vendedor.
- ¿En serio?- preguntó la chica, con los ojos brillantes- ¡Voy para allá!
- ¡Un momento!- dijo el vendedor. Bingo- No quería decirlo porque no está en muy buen estado, pero...
- ¿¡Dónde!?

Ya que estaba metido, les seguí.

Ahí estaba, encima de un montículo. Realmente parecía a punto de caer a trozos. Pero, a pesar de ello, tenía algo... alguna especie de carisma. No podría explicarlo, simplemente parecía estar pidiendo que alguien la llevara a surcar el espacio.

- ¡Me la quedo!- gritó la chica- ¿Cuánto es?

El vendedor se lo dijo.

- Nah, yo no diría tanto- repliqué-. Dados los precios del mercado actual, y considerando su estado, sería más o menos el 60% de lo que ha dicho.
- Pero...
- A no ser que quiera recibir una inspección de la Alianza respecto a los precios, claro.

El vendedor palideció.

- Es... está bien... Vosotros ganáis. Voy a preparar los papeles. Que el que tenga que ser el propietario venga en un rato a mi oficina- accedió al final, y se fue.
- Oye, por curiosidad, ¿por qué me has ayudado?- me preguntó la chica.
- Por varias razones- respondí-. Me aburría. Siempre es divertido medirse con un vendedor cabrón. Además, tiene que pasar un porcentaje de todo beneficio a la Alianza, y así ganan menos dinero.
- No te caen bien, ¿eh?
- Ya no lo hacían antes de la transmisión, ahora...
- ¿También has venido a comprarte una nave?
- Seh, pero más pequeña, no tenga tanto como para pagar esto.
- Bueno... ¿por qué no te unes a mi tripulación?
- ¿Uh?
- Sí, hombre. Necesito gente para la nave, y así tú te ahorras comprarte la tuya.
- Pues...- me lo pensé un momento. Quizá...- Pues no parece mala idea. Venga, va, me apunto.
- ¡Bien!- gritó, y me abrazó por la cintura. "Que efusiva", pensé en ese momento- Yo me llamo Mei, ¿y tú?
- Elfangor.
- Encantada. Ahora vuelvo, voy a por los papeles.

Mientras la miraba marcharse, pensaba en como irían las cosas. Estar de subordinado no sería mala idea. Podría seguir con mis trapicheos y, si la cosa se liaba, siempre podía salir por patas y dejarles el marrón a los de la nave. Y aún tendría el dinero del préstamo. Además, la chica no estaba mal de tipo, y no parecía tener muchas luces, quizá podría hacer otro tipo de trapicheos. Precisamente pensando en eso, y en lo raro que era que alguien te abrazara por la cintura, me di cuenta. Me eché la mano al bolsillo.

La tarjeta. Con el dinero.

En ese momento, ella volvía.

- Oye...
- Una suerte que hayas aparecido, no tenía bastante dinero- dijo, como si fuera lo más normal, lanzándome la tarjeta-. Y aún me ha sobrado un poco.
- Pero... me has robado...
- ¿No has dicho que querías ir en mi nave? Eso era el pasaje.
- Pero...
- Venga, va, no te quejes, sube, que veremos la nave por dentro.
- Mi dinero...

Sin ánimos para más quejas la seguí. Entramos por la parte posterior de la nave, directamente a la zona de carga.

- Síiii, es perfecta. Igual que las fotos que he visto de la Serenity.
- ¿La Serenity? ¿La que según dicen...?
- Sí, son los que emitieron el video, estoy segura. Uno de mis objetivos es encontrarles y ver si me dejan unirme a ellos.
- ¿Por qué iban a dejarte?
- Mi padre luchó junto a Malcolm Reynolds, el capitán de la Serenity, durante la guerra- ¡Sabía que me sonaba la gabardina que llevaba! Era como la que llevaban los Independentistas. De hecho, parecía bastante vieja. Seguramente sería de su padre-. Llevo escuchando historias de Reynolds desde cría, es una especie de ídolo para mí.

Llegamos al puente de mando.

- ¿Tú sabes pilotar?- me preguntó.
- Bueno... sabría despegar y aterrizar, pero no me pidas virguerías.
- Uhm... necesitamos a un piloto. Y un mecánico.
- Un médico también estaría bien.
- ¿Es que no sabes hacer nada?
- ¿Y tú qué?
- Yo soy la capitana. La capitana da órdenes. Punto.
- Bueno, creo que yo ya he pagado con creces mi pasaje, ¿no te parece?- dije, mirándola de reojo y dándole vueltas a mi vacía tarjeta entre las manos-. Aparte, tengo práctica con las armas. ¿Y tú?
- A mí se me da bien el revolver este- dijo, desenfundándolo. No me había fijado en él porque lo escondía la gabardina. Otra reliquia-. Mi padre me enseñó a usarlo desde pequeña, aunque a mí siempre se me dieron mejor los cuchillos.
- ¿Cocina?
- Dagas- respondió secamente, y de repente me encontré con algo afilado en el cuello.
- Eh... vale, te creo.

Con un movimiento de manos, la daga había desaparecido. No sé si la llevaba en la manga, o en alguna funda, la gabardina lo ocultaba.

- Bueno, hay que buscar gente que trabaje para mí. ¿Alguna idea de dónde empezar a buscar?
- Tengo un par de nombres en mente...