viernes, 14 de noviembre de 2008

Drakar #3

Jack of Guns se había unido a la cacería por mi cabeza después de la cagada del puerto. Sí, había sido una cagada de las que dejan huella, pero realmente ¿qué opciones tenía? Si no hubiera hecho el trabajo habría acabado igual.

Allí estaba yo, agazapado entre unas cajas en un pequeño almacén de un puerto de carga intentando robar una de aquellas motos voladoras tan rápidas. Había tenido que arrastrarme por media ciudad pero finalmente había llegado.

El problema era que aquello era parte del “protectorado” de Jack of Guns y había suficientes guardias ansiosos por saludarme y darme una palmadita en la espalda por mi buen trabajo. No pude evitar reírme por dentro. La situación era cuanto menos emocionante. Si salía de aquella no sabría que hacer con mi vida después ¿estaría volviéndome loco?

Saqué el rifle de francotirador encomendándole mi alma y mi vida por completo como pocas veces había hecho hasta el momento apunté a una de las bisagras de una caja de patatas que colgaba de una pequeña grúa.

Cuando disparé no tuve tiempo de mirar alrededor. Me colgué el rifle en el hombro, agarré con fuerza la guitarra cagándome mentalmente por llevarla en aquella situación y olvidándome de la bolsa de deportes donde solía esconder el rifle eché a correr hacia las motos.

Sólo cuando pude arrancar el vehiculo me preocupé por lo que me rodeaba. Y me preocupé mucho, de hecho. Aún no había salido del almacén y ya había dos guardias montados en otro vehiculo gritando entre maldiciones cosas como “¡Es él! El jefe tenía razón, ha venido a robarle” Mierda ¿tan predecible era? Siempre había creído que era todo lo contrario, repentino e impredecible ¿alguien podía haberse imaginado que iba a disparar así a la capitana aquella?

Me dirigí hacia donde encontré el camino más facil tan rápido como la moto me permitía. El vehículo que los guardias habían cogido parecía hecho para cruzar todo tipo de terreno sin reducir la velocidad, que no era poca, y en un paisaje tan rocoso y con tantos desfiladeros como el que atravesabamos aquella máquina lucía espectacular. La persecución habría acabado bastante mal de no ser porque encontré un revolver en la moto que si bien no ayudó a quitarme de en medio a mis perseguidores si funcionó por lo menos haciendo que se tuvieran que cubrir y no dispararan todo el tiempo.

La carrera parecía ser eterna. En más de una ocasión estube a punto de chocarme contra alguno de los multiples obstáculos que me encontraba en el camino. Al cabo de un rato la velocidad me estaba congelando las manos y no era capaz de disparar bien. Maldije por haberme olvidado los guantes y de nuevo cuando uno de los disparos rozó peligrosamente la guitarra. Por un momento pensé en volverme por la rabia, pero en apenas una milésima de segundo decidí que la pobre guitarra iba a sufrir mucho si a mí me pasaba algo.

El problema fue que por culpa de estar mirando hacia atrás me topé de bruces con la tripulación de una nave que había escondida detras de unas enormes rocas y que resultó ser la de la mujer que me había “prestado sin su consentimiento” el arma con la que maté a la capitana aquella.
Disparó a la moto y salí volando, dándome un golpe que me dejó atontado unos segundos.

Los tipos que me perseguían no tardaron mucho en cantarlo todo sobre Jack of Guns. Supongo que la adrenalina del momento al verse frente a la capitana loca esa les había hecho olvidar lo que les esperaba en cuanto volvieran.

Cuando preguntó si era buen tirador se me hinchó el pecho. ¡Los tipos de Jack of Guns habían dicho que sí! Estuve a punto de pedirles que lo repitieran ante una cámara, pero pensé que aquel no era un buen momento.
Poco después me arrastraban dentro de la nave y me metían en una habitación como si fuera un saco de patatas. Estaba en una nave como algo parecido a tripulante –encerrado, sin armas y magullado por todas partes, pero al menos estaba en una nave-.

-Bienvenido a la Diosa Friki –había dicho mientras cerraba la puerta.

Me quedé unos segundos en silencio. Estaba algo mareado. Me habían vapuleado de la peor de las maneras, humillado y encima me habían quitado la guitarra “Ya no se engaña a nadie escondiendo armas en las fundas de guitarra” me habían dicho. ¿Engañar? joder, que es una guitarra de verdad.

Me tumbé en el suelo mirando al techo en el mismo sitio en el que había caído y empecé a reír. Si ayer me hubieran dado mil cosas que podrían suceder para que las numerara por orden de probabilidad ésta habría sido la última. Definitivamente me estaba volviendo loco.

-¿Se puede saber qué haces? –una voz me sacó de mis pensamientos. Me senté en el suelo y vi a Lender apoyado en la puerta-. ¿Te apalean y te parece gracioso?
Solté otra leve carcajada.
-Ha sido un día raro –respondí-. Estaba recordando que perdí la apuesta.
-¿Qué apuesta?
-La de esta mañana con la señora que regenta el bar –respondí-. Había apostado con ella que no iba a matar a alguien en público, tendría que huir de mi jefe y en mitad de la persecución iban a interponerse unos tipos con una nave de tiempos de maricastaña que me ayudarían mientras me apalean y me amenazarían mientras me dan la bienvenida.

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