miércoles, 12 de mayo de 2010

Tam #7

Nos alejamos cada uno por su lado; genial, tenía ganas de estar un rato sola. Tanta convivencia a veces era un rollo.

Hacía solecito y se estaba de coña. Atravesé el mercado con las manos en los bolsillos sin hacer mucho caso de los vendedoros anunciando sus trastos a grito pelado. Iba hacia la parte más grasienta del mercado: los talleres y los puestos de piezas de segunda mano. Sí, literalmente grasienta.

Y también la más masculina. Mantuve la mirada con cara de mala leche a un par de idiotas con la barriga asomando por debajo de la sucia camiseta de tirantes. No dijeron nada. Un chulopiscina que había un poco más adelante me siguió con la vista silbando bajito.

Realmente, a veces era difícil ser mujer y dedicarse a los motores.

-¿Quieres pasar un buen rato, morena?
-Claro. Por eso me voy a alejar de tu cara de gilipollas.

Había que tenerlos bien puestos.

No conocía de nada aquel mercado de aquel planeta perdido, pero después de un par de vueltas compré, regateando, lo que hacía falta: un par de condensadores de frío, los cachos que se habían quemado del diversificador de fusión, y alguna cosilla más.

Cuando ya me iba de vuelta a la Diosa vi a mogollón de gente haciendo corro mirando algo, y como tenía tiempo de sobra, fui a cotillear. En el centro estaba mi chulo de antes con una moto toda guapa y maqueada; un tío delgaducho con cara de rata gritaba y hacia movimientos sin parar con las manos.
-¡...una carrera! Sólo una carrera rápida, y el ganador optará al premio de 500 platinums y esta preciosa moto! ¿Quién será el valiente competidor? ¡Le ofrecemos otra de nuestas mejores máquinas para correr! ¡Sólo por 10 platinums!

Era verdad, allí al lado había otra, que también parecía bastante buena. Di una vuelta como pude para mirarlas de diferentes ángulos y comparar, o más bien para ver dónde estaba el truco. En una de esas y sin darme cuenta acabé en primera fila, y mi "conocido" me vio.

-¿Qué, preciosa? ¿Has cambiado de idea?-el rumor se paró. El tipo rata calló. Todos me miraron. Ahora o nunca.
-Más o menos. ¿Entra una vuelta en moto en tus planes de conquistador?-dije con sarcasmo. El imbécil río. Su colega también. Un par de voces del público les siguieron. Seguí con una sonrisa burlona sin hacerles ni caso.
-Así que la nena quiere correr. ¿Crees que podrás llevarla tu sola? No te me hagas daño, eh.
-Creo que me defenderé. He llevado moto un par de veces.-otra risotada general del público.
-De acuerdo. Pero si gano, saldrás conmigo, ¿qué te parece? ¿o soy demasiado para ti?
-Oh, qué honor. Hecho. Si ganas saldremos juntos esta noche.-tuve que aguantarme la risa.

Pagué la cuota, y mientras todos se apartaban, movimos nuestras motos al punto de partida. Mientras el Rata explicaba el recorrido y creaba expectación, la gente se cruzaba apuestas, y creo que yo no era la favorita del público. Disimuladamente me agaché fingiendo que me ataba bien las botas: tenía que haber trampa, siempre la había. Analicé el motor, por suerte no cubierto por la chapa, que quedaba a la altura de mi cara. Repasé pieza por pieza rápidamente. ¿Dónde...? ¡Allí, al fin! Metí la mano veloz y desenganché una cosa con tres patitas y en cada pata una ventosa que se acoplaba a diferentes piezas de la moto. Un temporizador de ondas con diferentes funciones. Una pasta. Estaba segura de que cada carrera era diferente, pero siempre ganaba el Chulo: desequilibrios, pérdidas de velocidad, una rueda que se iba, y siempre pareciendo culpa del inexperto piloto.

Cambié de zapato, y con la misma inocencia y cara preocupada de antes, deslicé los dos dedos con el temporizador al motor de la otra moto, no sin antes mover un par de ruedas que tenía: fácil y rápido. Y no moriría... o eso esperaba.
-¿Lista, cariño?
-Cuando quieras.

Cascos y a la moto. El rugir del motor, la vibración. Hacía tiempo que no corría. "Vamos, pequeña", musité dando gas ligeramente. Acabó la cuenta atrás y salimos, motores rugiendo por la pista de tierra, las nubes de polvo detrás nuestra. Esa parte de la carrera no tenía ninguna dificultad y fuimos casi paralelos todo el rato. Después pasaríamos a una calle estrecha que rodeaba el mercado, detrás de los puestos, tortuosa y con obstáculos, alguno de ellos vivo y que te insultaba al pasar. En la última curva antes de ese tramo el Chulo se me pegó:
-¡Quiero verte bien guapa esta noche!-soltó una carcajada, y dando gas me adelantó. Le dejé que me sacara unos metros y aceleré.

¡Zum! ¡Gallina! ¡Zum! ¡Curva! ¡Zum, zum! ¡Casi me como a un comerciante que me llamó de todos menos guapa! El tramo casi se acababa. Habíamos dado la vuelta a todo. A lo lejos se veía la meta y el grupo de gente armando jaleo. Me empecé a preocupar. ¿Y si no funcionaba? No estaba segura de que mi moto pudiera competir con la otra. Me incliné y cerré una curva, ganando cada vez más distancia. ¡Otra curva, a la derecha!: al chulo se le fue un poco y aproveché para cerrarle por dentro. ¡Sí! ¡le había igualado! Me miró y se rio otra vez. Me miraba como esperando algo. Y entonces... ¡flash! su rueda de delante empezo a ir de un lado a otro, descontrolada, como si hubiera pisado algun bache gordo y hubiese perdido el control de la dirección. No podía ver su cara con el casco pero me la imaginé con satisfacción. Di gas aprovechando un tramo recto y salí zumbando de allí: al mirar atrás por última vez, mi rival se tiraba de la moto, la cual seguía rodando descontrolada y cada vez más rápido contra la pared de un edificio viejo, algún lujoso bar o restaurante. Quizás me había pasado un poco con el grado de descontrol del temporizador...

¡Buuum! La explosión de la moto retumbó por todo el mercado.

Na. Para nada.

Atravesé la meta triunfal ante la cara del Rata, que no paraba de balbucear cosas y excusas. Una parte del público me vitoreaba, y los que más pasta habían perdido me miraban con odio. Los ignoré a todos y reclamé mi dinero. No podía evitar una sonrisa de triunfo. El Rata se resistía, pero cogí la prometida bolsa, le eché un ojo, y me la guardé:
-No es por nada, pero también me habíais prometido una moto. No creo que esa esté en condiciones, así que... ¡que os vaya bien el negocio!- no había parado la moto, así que aceleré antes de que nadie lo pillara y se moviera, y me largué de ahí. Ya la metería de alguna manera en la lanzadera.

Gracias a ir en moto llegué antes de que el control de la Alianza estuviera montado del todo y me colé a toda velocidad. Frené derrapando enfrente de nuestra lanzadera, que esperaba ya encendida, y con un Elf mirándome con incredulidad desde la puerta.
-¿Me ayudas a encajar esta preciosidad por ahí?-sonreí inocentemente.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Kikyo #2

Mientras corríamos a la nave, el pensamiento de que esto era obra de alguno de mis nuevos pintorescos compañeros me asalto unas cuantas veces.

-¿Esto es obra de ustedes? Es decir, parece que las explosiones se les da bastante bien- Le pregunte riendo un poco.
-¿¡Nosotros!? ¡Por dios! Me ofende que pienses algo así, somos gente honrada, sin contar que somos mucho mas sutiles…- Todo eso pareció tan sincero que casi se me olvida seguir corriendo, y yo que creía que ella solo servia para vestir de hombre y volar cosas… que curioso.
- Esta bien… digamos que creo lo que dices, solo asegurémonos de llegar que me es bastante incomodo correr con este vestido…
-Nadie dijo que te vistieses de tal manera, además por lo que veo parece que correr se te da muy bien acompañante.

Hice caso omiso a eso último, ya que si le decía algo seguro encontraba una manera de retrucarlo para hacerme quedar muy mal.

-¿Qué crees que haya en la caja?- La curiosidad era demasiada como para estar corriendo sin saber que tiene, ¡podria ser cualquier cosa!
-No lo se, lo que me interesa es que no este vivo ni pueda meterse en mi habitación, cuando estemos en la nave nos fijaremos en…-

Se callo ya que había un control de la alianza justo por donde pasábamos, controlando a la gente que se dirigía hacia las naves, revisando pertenencias y demases. Además ese era el único camino para llegar a La Diosa, es decir que tendríamos que pasar por ese control, transportando un objeto del que dudaba su legalidad.

-Esto es malo…- Mei lucia demasiado preocupada al decirlo, es mas, ella lucia preocupada, algo de por si malo.
-Al contrario, tu solo déjame a mi
-¿Qué piensas hacer? No creo que tus truquitos sirvan con ellos.
-Si funcionaran, tu solo cállate y sígueme, luciendo vulnerable.

Dudaba que Mei supiese que es ser vulnerable, pero no parecía muy ansiosa por pasar ese control, por lo que tome su mano y camine hacia donde estaba uno de los guardias protegiendo los lados laterales del control. Luciendo bastante desesperada por salir de allí, me le acerque, por suerte era hombre, seria fácil.

-Señoritas, deben ir hacia la fila donde están haciendo el control- Al parecer era todo un soldadito, hora de comprobar que tan duros eran.
-Por favor… debemos llegar con nuestro padre que esta en la nave, tuvimos que bajar en este planeta por su historial medico y ahora debemos volar hacia el hospital de Ariel donde podrá recibir la mejor atención medica. – Comence a respirar agitadamente, símbolo de que había corrido y de que tenía terror por lo que sucedía alrededor.
-Lo siento señoritas… pero tengo la orden de…
-Si perdemos mas tiempo no se que podrá pasar, por favor, mi padre esta en la nave y no podemos estar mas tiempo aquí, además quien sabe que causo esa explosión, los nervios podrían terminar con su vida…- Por suerte Mei se había cubierto la cara y miraba para abajo, casi como si estuviese llorando.
-Supongo que como solo son dos chicas… esta bien, pueden pasar, espero que su padre llegue a tiempo.
-¡Muchas gracias!- Hice una reverencia mientras fui corriendo junto con Mei a las naves.

Seguimos corriendo hasta finalmente llegar a donde estaba nuestra lanzadera, donde había un pánico evidente. Al parecer no éramos los únicos que habíamos ido corriendo a nuestro medio de transporte para así dejar el planeta.

-Debo admitir que lo hiciste bastante bien ahí fuera Kikyo- Supongo que de parte de Mei eso era un gran cumplido.
-Bueno, gracias, tu también hiciste bien de sumisa, no creí que pudieses callarte tanto tiempo.
-Esa explosión si que alteró a la gente eh... –Ignorando completamente lo último que dije- parece que no será tan raro que nos vallamos de repente, eso es una cosa buena. Por otro lado me pregunto donde estarán los demás y si habrán llegado.
-¿Y si son culpables de la explosión no te lo preguntas?- Al decir esto me miró con una cara que no era precisamente la de una chica amable que no te hará daño
-Mi tripulación es lo suficientemente competente como para saber que no deben explotar cosas hasta que el negocio este terminado, a menos que sea cuestión de vida o muerte
-100 a que fue la mecánica esa
-Hecho, yo voy a Drakar. No sabes la apuesta que acabas de hacer, es casi seguro que el es el culpable.
-¿Qué hay de Elf? ¿No apostaras por el?
-¿Eh? ¿Porque tendría que apostar por el? ¿Que tiene de especial? El no podría volar nada ni siquiera aunque le dieras una antorcha y explosivos. Además el si sabe ser discreto…
-Oh… veo que no te gusta que hablemos de el. ¿Hay sentimientos ocultos capitana? ¿Late el corazón de una mujer entre esa ropa pasada de moda y restos de… es eso lo que comimos hace 2 días?
-Será mejor que te calles o te dejare en el planeta justo en medio del lugar de la explosión para que te pregunten que hacías allí- La nueva mirada que me lanzo era indescriptible, capaz de hacer que cualquiera pida clemencia.

Luego de la pequeña charla abordamos la lanzadera que le alquile a Mei y subimos a la nave, Lender estaba allí con los controles, quienes faltaban eran los otros tres que aun no habían dado señales de vida.

-¿Tienes idea de que paso?- Pregunto la capitana sentándose en la otra silla de mando de la nave.
-Nada, solo que hubo una explosión que podría apostar que causo Elf, y luego pánico total aquí y varias naves despegando.
-¿Podrías apostar? Que curioso que lo digas, la capitana aposto 100 a que fue Drakar y yo a que fue… como era el nombre de la mecánica... hummm...… ¡Tam, eso! ¿Te gustaría unirte a la apuesta diciendo que fue Elf?- Mientras decía esto puse ambas manos sobre sus hombros con suavidad, mientras las deslizaba un poco
-Um eh... claro, después de todo Elf es bastante propenso a explotar cosas.
-Perfecto, solo tenemos que esperar que lleguen vivos y ver quien es el culpable- Mientras digo esto me acomodo un poco el cabello, tanto correr lo había arruinado un poco y era molesto tenerlo despeinado, además debía haber al menos una mujer que supiese como mantenerse elegante en esa nave.

Mei #7

Mientras el resto de la tripulación hacía la compra, la Acompañante y yo nos dirigimos a hacer negocios. Había quedado en un bar del centro de la ciudad con un contacto. Estaría bien empezar con algunos trabajos por libre, sin tener que depender de los chanchullos de pacotilla de Frank. Estaba harta de chuchos y cargas de poca monta. Mi tripulación empezaba a cansarse y yo ya lo había hecho hace tiempo. El chucho había sido la gota que colmó el vaso.

El sitio en cuestión tenía más prestigio que los barezuchos a los que solía ir para pactar trabajillos, así que me puse de limpio e hice que Kikyo me acompañase por si había algo que se me escapaba de aquel lugar. Mejor prevenir.

La estirada se pasó todo el camino criticando mis andares, mis maneras, mi ropa, mi pelo… Claro que yo también me lo pasé criticando sus andares, sus maneras, sus ropas, su pelo… Pero he de decir que era de utilidad, nada más llegar al lugar y decir quién era nos dejaron pasar sin tener que esperar ni un minuto.
El lugar era pomposo hasta el mal gusto. Dorados, columnas, terciopelos rojos. Bustos de la griega antigua y no se cuantas mariconadas de esas.

Un camarero aún más estirado que mi Acompañante nos guió hasta el centro de un salón y sin mirarnos a la cara nos dijo que esperásemos mientras el “Señor” acudía a nuestra llamada.
-Tanta pijería me está dando picores
-No seas vulgar y compórtate- escupí en un trofeo bañado en oro que había cerca como contestación. Ella se sentó dignamente en un sofá y me señaló que hiciese lo mismo.
Al rato de estar allí, cansada de contar los cuadros con caras de gordos ricachones que había colgados en esa estancia decorada por alguien con un pésimo gusto uno de los gordos que salía en uno de esos cuadros entró todo sonriente.

-Señoritas- Kikyo se levantó así que yo también.
-Señor Stannis-saludé con la mayor educación que pude, recordando viejos tiempos de niña de a bien. –Hablemos de negocios.
-Me gusta esta chica-rió con una sonora carcajada, y nos indicó que nos sentáramos de nuevo. –Me han dicho que sois de fiar.
-Le han dicho bien. Espero que digan lo mismo de usted-sonreí con malicia.
-¡Esta chica tiene agallas! ¡JAJAJA! ¡Sería una buena socia del club si aceptásemos mujeres!
-No creo que desentone mucho entre hombres, de cualquier modo-vaya con la mosquita muerta de la finolis.
-Me sorprende que una señorita respetable como usted viaje con esta compañía
-Es una forma barata de viajar y ambos nos beneficiamos. Es una especie de simbiosis.
-Qué bonito. Pero dejémonos de bichos y sigamos con lo nuestro. Usted quiere que transportemos algo y nosotros tenemos una nave. Aclaremos las condiciones.

-Es muy delicado
-Lo comprendo
-No debe dejar que nadie lo vea
-Por supuesto
-Solo ustedes dos sabrán de su existencia
-Me parece bien
-Tienen poco tiempo para llevarlo a su destino
-Somos rápidos
-Si lo descubren todos estaremos en peligro…
-No lo descubrirán
-Pero si os atrapan, mi cabeza…
-No nos atraparán
-Son buenos en lo que hacen, sea lo que sea lo que hacen-me apoyó Kikyo.
Eso pareció sosegar un poco el tono asustadizo y temeroso que había adquirido nuestra morsa particular. Se levantó, giró uno de los cuadros de morsa y abrió una caja fuerte. Sacó una caja de madera no muy grande, podría llevarla escondida en mi gabardina sin problema. Me la extendió con manos temblorosas.
Pese a su pequeño tamaño era bastante pesada.

-Por favor que no le vean salir de aquí con eso-sacó un pañuelo de su chaqueta y se secó el sudor frío de la frente. Asentí con solemnidad. ¿Por qué con solemnidad? Pues ni idea, pero pensé que una cara seria quedaría bien para ese momento. –Us…usted puede ver lo que contiene. Sería demasiado pedir que hicieran esta misión desconociendo qué llevarán a bordo.
Me disponía a abrirlo cuando…

¡BOOOOOOOOOOOOOOM!

Una gran explosión sonó a ese lado de la ciudad. Maldita sea, seguro que nada bueno nos traería. El Señor Morsa se puso aún más pálido que antes y miró asustado por la ventana más cercana. Me guardé la caja sin ni siquiera abrirla en la gabardina. Kikyo se levantó y me miró apremiante.

-Señor, será mejor que nos vayamos. No queremos llamar la atención demasiado y esa explosión no nos traerá nada bueno si nos quedamos por este lado de la ciudad-asintió con miedo.
-Solo tienen 1 mes como máximo-fue su despedida.

Salimos con paso rápido de allí aunque intentábamos aparentar normalidad. Al pasar por el hall del club no nos cruzamos al recepcionista pero oímos un grito de terror proveniente de la sala que acabábamos de abandonar. No miramos atrás, y mi acompañante se olvidó de protocolos, corrimos por los callejones intentando llegar lo antes posible a la nave.